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Críticas: en The Eddy, miniserie de Netflix, la música da cadencia y aporta matices a la historia – Noticias de la serie

La producción musical de Jack Thorne y Damien Chazelle tiene buenos personajes, pero el escenario supera el guión.

NOTA: 4.0 / 5.0

ESTE TEXTO NO CONTIENE SPOILERS.

Al igual que con la música, cada uno de los ocho episodios de la miniserie The Eddy tiene su propio ritmo. Mientras que uno puede traer sentimientos de impotencia, soledad o pesimismo a través de los personajes, otro puede llegar a primer plano trayendo esperanza, amor e inspiración. Es curioso cómo el primer proyecto televisivo de Damien Chazelle, como productor y director, aporta tanta vivacidad a través de la música y no a través del guión en sí (algo que La La Land equilibra tan bien). El remolino Es, más que nada, una larga composición musical que, de vez en cuando, tiene algunos diálogos para resaltar lo que hay que decir.

Pero no es solo el nombre de Chazelle el que compone el El remolino. Concebida por Jack Thorne y compuesta por tres directores más además del ganador del Oscar, la miniserie de Netflix equilibra bien las diferencias artísticas de cada uno de los directores detrás de la cámara. Los cuatro directores lideran dos episodios cada uno, buscando equilibrar estilos que son naturalmente diferentes. Pero todos privilegian un elemento más allá de la música: el estilo documental que se basa, la mayoría de las veces, en la cámara en la mano, a veces brindando urgencia, a veces enfatizando las emociones de los personajes. Si la música es el hilo conductor de la narrativa, el modo de disparo resalta cuánto hablan las imágenes por sí mismas.


La mezcla de registros ficticios y de rutina en París es una elección que le da al trabajo un aspecto más autoritario. Y funciona. Mientras Chazelle dirige los episodios de apertura, para aquellos que ya conocen su trabajo, las características con las que le gusta trabajar visualmente son evidentes: colores fuertes, planes de secuencia y el buen uso de los entornos, especialmente en el club que da título a la producción. Y a pesar de los cambios cada dos episodios, el estilo de la serie permanece, refiriéndose al mismo La la Land La cuestión del deseo de vivir con música o incluso Birdman, de Alejandro González Iñárritu. Lo que sucede durante el día, cuando el club está cerrado, da el mismo aspecto entre bastidores que Iñárritu destaca tan bien.

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The Eddy tiene un estilo distintivo que gana fuerza a través de la música.

La urgencia, el caos y los desacuerdos casi siempre están ahí, en la superficie. Elliot (André Holland), el protagonista, es el que más se desarrolla durante episodios largos. De hecho, el título de cada uno es el nombre de un personaje: Maja (Joanna Kulig), Julie (Amandla Stenberg), Amira (la gran Leïla Bekhti) … hasta llegar a The Eddy. Sin spoilers, pero es interesante ver cómo lo que parece no tener definición al principio gana tantas capas afectivas que, al final, se convierte en un conjunto equipado con emociones, palabras y deseos (reprimidos o no). El intercambio entre ellos es lo que mantiene la estructura de la miniserie tan resistente a la conclusión.

Pero tal estructura lleva tiempo construirla. Esto se debe a que los cineastas tienen la intención de mostrar gradualmente antecedentes de cada persona, como parte del club y como persona. La música, como ya se dijo, es parte del cuerpo y el alma de todas las personalidades, pero en algunos está “escondida” detrás de traumas o heridas del pasado. Es el caso de Julie, hija de Elliot, que se va a París después de muchos años y tal reunión provoca diversos conflictos en la historia. Para Amira (el personaje con el mejor desarrollo después de Elliot) la música significa curación; y para Maja, la ex de Elliot, es una mezcla de posibilidades con un peso difícil de superar.


Los personajes femeninos de El remolino son esenciales para que se desarrolle la historia, pero en el caso de Maja hay una limitación emocional que ocupa mucho espacio en el guión. Mucho más que su espacio como cantante, por ejemplo. En el episodio que lleva su nombre y en todos los demás, es posible ver que Maja tiene sed de cambios y avances, pero justo cuando parece despegar, los siguientes desarrollos la mantienen algo servil. Es hermoso ver cómo cada una de esas personas tiene un vínculo emocional con el club parisino y, sobre todo, con Elliot. Pero en el caso de Maja, esa conexión no parece tan saludable.

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Hay clichés que rodean la trama de Elliot y Julie sobre cuestiones de padre e hija, pero El remolino difiere de otras producciones actuales en que funciona tan bien un estilo que rara vez se ve en la televisión. El uso de tres idiomas: inglés, francés y árabe, hace que todas las preguntas sean muy “reales”, evitando una romántica exagerada.

Al enfatizar los problemas y los pequeños triunfos cotidianos mientras se trata de una investigación criminal seria que involucra al club, la miniserie gana más dominio sobre su propia historia cuando se destaca la importancia de cada personaje. En otras palabras: no es al principio que el espectador se sentirá cautivado por esta melancólica narrativa. Por otro lado, la música ya alcanza este objetivo de inmediato. Es a través de él que crece el interés en la trama, hasta el punto de que nos damos cuenta de que el enfoque no está en la música en sí, sino en todo lo que la rodea y entre cada pausa: armonía, sueños y cambios en la vida.