Netflix tiene muchas cosas buenas en su grilla de programación, pero ninguna mejor que “Narcos”, que pasa a un nuevo capítulo en su cuarta temporada, titulado Narcos: México.
La serie sigue siendo tan adictiva como siempre, ya que narra la oscura historia de la guerra contra las drogas. Presenta un drama vívido y hábilmente realizado. Esto sucede hasta el punto de que excede los límites de la realidad. Nos sentimos allí, participando en la historia.
Aunque el escenario y los personajes principales han cambiado, el hilo conductor ha sido el daño colateral que la guerra contra las drogas ha infligido durante décadas. Un ciclo interminable de violencia en medio de los esfuerzos de aplicación que, como señala la narrativa, cobró medio millón de vidas.
Después de comenzar con Pablo Escobar en Colombia, Narcos: México se mudó al cartel de Cali, un grupo igualmente sanguinario. El último cambio de escenario agrega un poder estelar considerable, con Diego Luna como Miguel Ángel Félix Gallardo, el experimentado traficante de drogas que busca consolidar el poder en México en la década de 1980; y Michael Pena como Kiki Camarena, el agente de la DEA que finalmente encontró un final trágico (previamente convertido en una miniserie de 1990).
“Alguien debería llamar a DC y decirles que nos hemos rendido a Guadalajara”. Camarena se queja al principio, irritada por lo que ve como las esposas puestas por superiores irresponsables.
Ambos lados de la ecuación son fascinantes, con Gallardo buscando forjar una paz incómoda entre los distintos capos de la droga. Lo que solo se puede comparar con las familias de la mafia que llenan a Cuba en “El Padrino Parte II” – estableciendo el primer tráfico de drogas de México.
Narcos: México trae elementos de otras temporadas, pero con la originalidad de la historia actual.
Con muchos subtítulos, Narcos: México requiere atención completa para aquellos que no dominan el español. Pero la serie realmente deriva su poder de la imprevisibilidad de las diversas facciones. También gira en torno a la influencia corrosiva del inmenso dinero generado por las drogas ilegales. Esto termina produciendo algunos momentos oscuramente cómicos. Como cuando uno de los lugartenientes de Gallardo se reúne con un agente de bienes raíces. En una mansión gigantesca, tiene la osadía de preguntar: “¿Aceptas dinero?“
La serie se basa hábilmente en temporadas anteriores, a la vez que provoca burlas tentadoras. Un ejemplo es la presentación de El Chapo, un pequeño soldado destinado a cosas más grandes e infames.
“No puedo decirte cómo termina la guerra contra las drogas”, dice el narrador al principio. “Amigo, ni siquiera puedo decirte si se acabó”.
Narcos: México se estrena hoy (16) en Netflix.
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