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Rutas del odio: la temporada 3 es aún más ambiciosa en la combinación del neonazismo y la inmigración ilegal (Primeras impresiones) – Noticias de la serie

Una imagen actual de los problemas urbanos.


Rotas do Ódio, la serie nacional de Universal TV, se vuelve aún más ambiciosa en su tercera temporada. Esta vez, DECRACI – La comisaría de delitos raciales y de intolerancia se ocupa no solo de la pandilla neonazi dirigida por el capitán (Rafael Losso), sino también de los esquemas de trabajo esclavo vinculados a inmigrantes ilegales en São Paulo.

El primer episodio de la nueva temporada, presentado a la prensa el 1 de agosto, conecta los dilemas anteriores de la delegada Carolina (Mayana Neiva) con un nuevo conflicto, cuando la búsqueda de un explorador de mano de obra esclava resulta en la muerte. Nuevamente, el departamento estará bajo presión para cerrar.


El episodio se centra en un solo caso, capaz de unir tanto a los neonazis como a una fábrica ilegal donde trabajan mujeres bolivianas. El guión tiene el mérito de ser claro, sin convertir el inframundo criminal en algo seductor o fetichista para el espectador. Los colores desvaídos, la composición naturalista del elenco y la edición desacelerada rompen con el ideal de urgencia de tantas series que retratan temas similares. Quizás solo la banda sonora genérica, que sugiere artificialmente la tensión cada vez que aparecen los villanos, es una excepción a la hermosa apariencia realista.

Además, la valorización del espacio urbano y la dirección de la obra de arte son notables, desde las texturas y patrones de los trajes hasta la construcción muy creíble del estudio de costura. De modo general, Rutas de odio favorece la reflexión (Carolina y sus colegas pasan más tiempo discutiendo las próximas acciones que tomar las armas) y afectos: la preocupación del protagonista con los colegas Júlio (Antônio Saboia) y Teodoro (Marat Descartes) es palpable, así como el abogado El angoleño Miguel (Samuel de Assis) cuida a los inmigrantes e incluso al Capitán le preocupan los códigos éticos de su pandilla. La narración interroga menos lo correcto y lo incorrecto que la permeabilidad entre los grupos sociales herméticos en la megalópolis de São Paulo.

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La fuerza del episodio se ve atenuada por uno u otro diálogo explicativo, por las imágenes teatrales del club de los neonazis (ese espacio único, una especie de habitación en neón, muy parecido a un escenario) y por la dinámica repetida de ver a la policía dar voz a la prisión mientras estás demasiado lejos de tus objetivos, solo dales tiempo a los sospechosos para escapar por las puertas traseras.

Estos son detalles, sin embargo, frente a una temporada de evidente potencial. La construcción ambigua de los personajes, el Capitán disgustado por la muerte de los colombianos, Teodoro sinceramente preocupado por los disparos accidentales, aporta más complejidad a la narrativa, interesado en dar voz a los problemas de varias figuras marginales en São Paulo, mientras se atiene a nuestra política y política actual. Social. Cualquiera que mire la puerta de la ocupación incluso notará un letrero que pregunta: “¿Quién mató a Marielle?”